lunes, 19 de noviembre de 2007

El Jueves y la injuria

La lucha por la libertad de expresión es una batalla constante y diaria. Ninguna Constitución, Carta Magna o ley parece garantizarla en grado sumo y según lo acontecido el pasado Martes y 13 con la condena (por injurias al heredero de la Corona) a los responsable de la ya tan conocida portada de El Jueves, podríamos pensar que hay en este país asuntos sobre los que no está permitido hacer humor.

Existe una libertad de expresión mal entendida, a la que recurren a diario la prensa rosa y la telemierda para justificar la inmoralidad de muchas de sus publicaciones. Incluso en ese caso vil, de violaciones de la intimidad, pocas voces se levantan pidiendo la rectificación o la no difusión de tales informaciones. Quedando a la libertad del aludido el emprender acciones legales sobre el medio en cuestión. Así, el medio tiene libertad para publicar lo que quiera (aunque comúnmente por este motivo y bajo este amparo se excedan en su conocida inmundicia); y el ofendido tiene las herramientas necesarias para defenderse (eso si, a posteriori, ya cuando su imagen se ha visto perjudicada, lo que concede al medio cierta ventaja, además de un mayor poder ofensivo).

Es la imperfección de la libertad, los casos en los que la libertad muestra sus límites, unos límites que siempre apuntan a lo moral. No es algo nuevo y es comúnmente conocido mediante una frase mil veces repetida: “tu libertad acaba donde empieza la libertad del prójimo”. En el momento en que aparece la ofensa aparece también el conflicto, es una ley que nace fruto de la convivencia, fruto de la sociedad.

Ahora bien, ¿quien marca el límite entre la libertad de uno y la libertad del prójimo?, ¿el uno?, ¿el prójimo?, ¿la Justicia? ¿Quién establece dónde acaba el humor y comienza la ofensa? Obviamente se nos hace muy difícil contestar; si cualquiera de estos tres entes (ofensor, ofendido o Justicia) trazara esa línea definitoria nos parecería un abuso unilateral. Sin embargo, la Justicia está legitimada para trazarla, así como el ofendido está en su derecho de sentirse ofendido.

No obstante, es una necesidad democrática poner la libertad de expresión y la libertad de prensa por encima de posibles futuras ofensas. Y es también recomendable que la Justicia aplique las leyes de un modo inteligente y estrictamente necesario. A la mayoría de los españoles y a la mayoría de los occidentales nos pareció desproporcionada las reacciones del mundo islámico a las caricaturas de Mahoma. Igualmente, en el caso de El Jueves, la Justicia parece más ofendida que los lectores, e incluso puede que más ofendida que los protagonistas de la citada portada.

Encuentro que no hay motivo para tal ofensa en la portada de El Jueves. Hacía referencia a la ayuda económica que el gobierno dará a las parejas que tengan hijos, poniéndola en boca de la pareja más popular que, por su estatus, no se vería necesitada tan urgentemente de tal ayuda. El chiste es ingenioso e inteligente y desde el punto de vista humorístico funciona perfectamente. De hecho, seguro que no habría ningún problema si los Príncipes de Asturias no hubiera figurado practicando sexo. Así que estamos, en todo caso, ante un problema de rubor, de vergüenza, de miradas que siguen viendo en el acto sexual algo que nos denigra. No tendría nada que objetar a la ofensa, en el caso de que fueran realmente los Príncipes de Asturias los que salieran en la portada (sería un gravísimo caso de violación de la intimidad), pero resulta que es un dibujo, una representación artística de un acto que todos sabemos que realizan.

Así, la condena a sus autores sienta un precedente grave en la historia de la prensa de este país. Donde la fiscalía rebaja lo comúnmente aceptado como injuria acortando así la libertad de expresión del ciudadano, y demostrando el trato privilegiado, entendible en otras materias cómo seguridad, pero no comprensible en el plano jurídico, que posee la Casa Real.

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