jueves, 1 de mayo de 2008

El padre de Blancanieves

El pasado Domingo 20 de Abril volvía en tren desde Córdoba, en el tren más barato que hace el trayecto Córdoba – Cádiz. Antes de subirme, el andén estaba absolutamente atestado de viajeros con sus respectivos equipajes y, aunque estaba anunciado por qué vía aparecería el tren al que debíamos subir (vía 8), hubo un momento de desconcierto debido a un trasbordo inesperado y ninguno de los viajeros pudimos aclararlo ya que no había ningún encargado de estación al que preguntar. Consecuencias: salimos con un retraso de casi veinte minutos y incluso algunos viajeros subieron al tren equivocado. En mi tren no se vende los billetes por asientos y es común que se vendan muchos más billetes que asientos disponibles y acabemos algunos sentados en el suelo o sobre las maletas. Maletas enormes donde puedes meter lo que te de la gana pues no van a ser escaneadas.

Mientras, por la vía 2, salía un AVE con puntualidad cronométrica, con todos los viajeros dispuestos en sus diferentes coches y asientos, y todos y cada uno de los bultos de equipaje escaneados y dispuestos en su sitio. Recuerdo que pensé, “ya no sólo se paga la puntualidad, sino también la seguridad, manda huevos”. Esto no es una reivindicación ni nada por el estilo. Si hubiera que registrar todo lo que entra y sale a diario de un tren de cercanías o media distancia todo sería mucho más lento, patatín patatán. Sólo hago esta reflexión porque seguro que despertaría la curiosidad y el interés de la autora que dos días antes había tenido el placer de oír y saludar en el marco de Cosmopoética 2008, Belén Gopegui.

Es curioso contrastar la aparente fragilidad, la amabilidad, cierta timidez, y eterna juventud de esta autora, con la convicción de sus ideas y argumentos y esa forma de expresarlos, con la misma naturalidad con la que luce desde siempre sus prematuras canas. En el libro que aquí recomiendo (y en el conjunto de su obra, igual de imprescindible) encontraremos una visión de la realidad que no podremos encontrar en el discurso dominante de las grandes empresas de comunicación que controlan lo que se publica en España. Es lo que tiene plantear seriamente los problemas de un sistema, el capitalista, que todo ha engullido. Y quizá por ello con su anterior obra (El lado frío de la almohada), dónde hablaba a través de sus personajes de la situación cubana, muchos medios se le acercaron pensando que diría aquello de “no me hago responsable de las opiniones de mis personajes”, pero no, se encontraron de frente con sus ideales inamovibles. Quizá algunos de aquellos medios luego se arrepintieron de dar voz a quien está en contra del sistema que les permite enriquecerse.

Pero Belén tiene la virtud de hablar desde la realidad, o mejor decir desde lo cotidiano. Por ello en sus obras es lo suficientemente inteligente para no ser panfletaria, para huir de la moralina sin dejar de exponer disyuntivas morales, de exponer reflexiones en una novela sin resultar jamás pedante. Y encima juega con estructuras narrativas diferentes y originales, así como es poseedora de una prosa elegante y acertadísima en la voz y el uso de la metáfora.

En definitiva, una recomendación segura. Una voz única por estilo y por idea.

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